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Neza desde mi corazón



CUENTO

AUTOR: Margarita González Romero

Alumna de licenciatura de La Salle Nezahualcóyotl


Nezahualcóyotl, lustre, diverso, colorido, único e incomparable, es lo que me representa esta bella ciudad, la cual se convirtió inesperadamente en mi hogar. Nuestro municipio floreció ante la esperanza de un grupo de personas que buscaban un nuevo comienzo; aquella tierra de nadie que se volvió el hogar que muchos anhelaban. Detrás de estas palabras existe una bella, aunque poco trágica historia que se desarrolla en uno de los más icónicos municipios, cada uno de nosotros forja su historia, pero a veces el destino se encarga de poner tu mundo al revés y cambiar todo tan repentinamente; eso mismo fue lo que me pasó en un pestañeo mi vida cambió, es por ello que hoy les relato desde mi corazón.


Comencemos como toda buena historia, mi nombre es Efigenia Hernández originaria de La Luz de Juárez, un pueblito muy poco conocido del Estado de Guerrero. Si les soy franca creo que solo los que somos de allá lo conocemos, ya que se caracteriza por ser un pueblo habitado gente vieja y olvidada; la mayoría de los jóvenes emigró para Estados Unidos y otros pocos a diferentes estados del país, ahora solo quedan viejos esperando a que algún día sus familias regrese por ellos.


Corría el año de 1956 yo era una mujer viuda con 7 hijos que alimentar en aquel pueblito rodeado de montañas, la vida no era nada fácil. Cada noche me martirizaba pensando una infinidad de cosas, aguantando el sueño para no quedarme dormida ya que como mujer sin marido tenía que estar cuidando la casa para que mis hijos durmieran con tranquilidad. Entre el silencio de la noche y el sonido del viento me cuestionaba muy amargamente ¿y si muriera, ¿quién cuidara de mis hijos, ¿quién los protegería y le invitaría un taco de vez en cuando? Yo no podía darme el lujo ni siquiera de morir en paz y cada noche me atormentaba con suposiciones de lo que pasaría al día siguiente; ahora que lo pienso mejor que masoquista era conmigo misma, pero no me culpo era casi imposible no pensarlo y más cuando tienes una promesa que cumplir.


¿Y se preguntarán qué promesa me martirizaba tanto?; un 28 de enero de 1945 cada que recuerdo aquel día me recorre por el cuerpo un aire frío y unas ganas incontrolables de tirarme en llanto. Aquel día la vida me arrebató una parte de mi corazón y esa pérdida me llevó a aquella promesa que no me dejaba dormir por las noches y se la hice a mi compañero de vida, aunque el cruel destino no nos dejó serlo por completo.


El día que mi esposo Ángel por razones desconocidas enfermó comenzó mi martirio, tenía tanto miedo de que me dejara sola pero lamentablemente los dos sabíamos que era algo inevitable. El momento de su muerte fue uno de los más tristes de mi vida, puedo recordar que entre sus últimas palabras acostado en nuestra cama repetía una y otra vez - “¡Peña, Peña, Peña! (era así como él me decía de cariño), Peña me da coraje dejarte sola con mis hijos, quisiera quedarme a tu lado y ver a nuestros hijos crecer y enseñarles a ser mujeres y hombres de bien, pero la muerte me está esperando, de verdad lo lamento Peña; solo quiero pedirte algo…, cuida a mis hijos y cuídate, porque desde este momento tú eres todo lo que les queda “-; llorando y tomados de la mano nos dimos el último adiós.


Desde ese día tomé las palabras de mi esposo como una promesa compartida, que pasara lo que pasará seria fuerte y enfrentaría cualquier problema que se presentará y nada me iba a alejar de mis hijos, claramente el panorama que nos esperaba no era para nada alentador. La tristeza de una viuda no termina al enterrar a su esposo ni al terminar de rezarle los 7 días, es una agonía diaria, lenta y dolorosa.


Pasaron los meses, aun no podía sonreír, el dolor y vacío que sentía eran incomparables pero que tristeza la mía que hasta en mi caminar se me notaba. Me iba al monte a recoger leña después de salir de trabajar moliendo chocolate y aprovechaba para llorar, miraba el paisaje y más sentimiento me entraba ya que mi esposo y yo paseamos juntos por esos lares. No quería que mis hijos me vieran llorar, porque por más dolor que llevara en mi corazón para ellos tenía que ser fuerte y darles consuelo por la pérdida de su padre.


Un día como cualquier otro iba camino a casa después del salir de moler chocolate y en mi caminar me encuentro a mi comadre lucha quien traía una canasta en mano - “Compadrita le vengo a dar unas cosas que no me puedo llevar, para algo le han de servir”-, desde hace meses me había platicado que su esposo había ido a trabajar a la capital y que le había comprado un terreno por allá; muy agradecida le respondí -” Gracias comadrita, de verdad que se lo agradezco, ¿ya no va a venir ni de visita?”- “Claro que si comadrita ya nada más que me instalé allá y vengo a quedarme una semana, de todos modos nos vamos hasta dentro de 2 semanas, hay si tengo más cosas se la llevo”- Gracias comadre hay luego pasa a tomarse un café”- .


Seguí mi camino ya se me había hecho tarde, apuré mi paso para llegar y desde lo lejos vi una camioneta fuera de mi casa, corrí y entre por el patio una señora cargaba a mi hijo uno de los más pequeños. Entre en pánico y le arrebate a mi hijo mientras les decía con voz fuerte - ¿Qué están haciendo en mi casa?, con cara de asustados la mujer retrocede y el hombre dio dos pasos hacia delante y con voz seria me dijo:


- “Buenas tardes, Doña Efigenia mi nombre es Evaristo López y ella es Minerva mi mujer, no queríamos molestar, pero mi tía Porfiria nos contó que su esposo murió y lamentablemente la dejó con 7 pequeños; me da bastante vergüenza preguntar esto, pero lo hago por mi mujer, ella sufrió un accidente y desde entonces no hemos podido hacer familia, mire que el dinero no es problema”; en ese mismo momento pause al hombre en seco.

-” Ni se le ocurra decir una palabra, mire señor yo seré muy pobre, pero usted quién se cree para venir a ponerle precio a mis hijos como si fueran animales, ¡váyanse antes de grite y vengan mis sobrinos para que lo saquen a punta de pistola! “-; no les quedó más que salir corriendo. Sali rápido para ver si ya se habían marchado, también los vecinos se asomaban por sus ventanas para enterarse de lo sucedido.


Desde lo lejos se veía a mi comadre luchar y los vecinos asomar correr hacia la casa, - “Comadrita ¿qué pasó?, vine corriendo porque Edmundo me fue avisar que se escuchaban gritos en tu casa-, - ¡Ay lucha! no vas a creer lo que me paso, pásate y adentro te cuento. Le conté todo cómo había pasado y el miedo que sentí al pensar que se querían llevar a mi hijo, -” ¡Ay peña! que vas a hacer aquí sola porque no te vas con nosotros a la capital, ¿qué vas a hacer si ese hombre vuelve?, no te puedes quedar aquí tu sola con tus hijos, ya vemos que hacemos estando por allá, hazlo por los niños que no hay hombre que los defienda”-.


Las palabras de mi comadre me llenaron de miedo, pero al mismo tiempo de valor así que tome una decisión que cambiaría la vida de mi familia, inocentemente no sabía lo que me esperaba. Con angustia y miedo que hice mis pobres maletas para irme, sentía un dolor en el estómago que no se me quitaba, iba camino a un lugar donde no conocía nada, había dejado todo lo que conocía por ir a construir un futuro a ciegas.


Les confieso que ya me estaba arrepintiendo a medio camino, pero ya era muy tarde para retroceder en mi decisión; llegamos a un lugar bastante feo para serles honesta todo lo que se veía era unas pobres casas hechas de distintos materiales en medio de un pantano de lodo y al supuesto terreno de mi comadre donde llegamos era un cuartito, con un foquito a medio alumbrar. Nuestra primera noche en aquel lugar fue una de las experiencias más feas que tuve, dormí abrazando a todos mis hijitos para que no pasarán frío, ya que los ventarrones levantaban la tierra y movían una que otra lámina de la casa. Dormimos en el suelo ahí todos amontonados, esa noche no pude ni pestañear ni un poco, los ruidos de la noche me atormentaban; la noche duró una eternidad o al menos eso fue lo que yo sentí esperando el amanecer.


Aquellos días fueron extraños, ya que ni siquiera sabía dónde me encontraba ni qué iba a ser de nosotros en aquel lugar desierto lleno de carencias. Lo que no sabía es que aquella tierra pronto se convertiría en Nezahualcóyotl hogar de miles de personas en la actualidad. Este comenzó a poblarse a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, con personas provenientes de distintos estados del país, principalmente de Oaxaca, Puebla, Guerrero, Michoacán, Jalisco, y de algunas zonas de la Ciudad de México, primordialmente de la zona oriente colindante con el Estado de México.


Recuerdo que salíamos por las tardes a rellenar las zanjas que la lluvia hacía en los caminos tierrazos que nos llenaban de lodo los zapatos al caminar; mientras otros se preocupaban por arreglar los postes de madera improvisados que se habían colocado para que las familias pudiéramos tener un poco de luz en nuestras casas. Comenzamos amistad con diferentes personas una de ellas fue doña Leticia ella había llegado al barrio un poco antes que nosotros; ella era originaria de Michoacán y vaya que se le notaba con ese carácter tan fuerte que se cargaba. Entre plática nos contó que con un poco de suerte encontró trabajo limpiando la casa de los patrones de su esposo, estaba un poco lejos, pero al menos ahí le daban trabajo.

Poco tiempo después nos convenció de ir a trabajar ahí mismo, mi comadre lucha estaba bastante confiada, pero yo iba lista para trabajar, pero siempre con un gramo de desconfianza, nos subimos a un camión verde me senté viendo hacia dónde se dirigía y porqué lugares pasábamos por si tenía que regresar sola. En mi mente estaban mis hijos, los más grandes se habían ido a trabajar con el marido de mi comadre lucha, que trabajaba en una construcción; los más pequeños eran cuidados por sus hermanas más grandes, pero a pesar de eso me daba una angustia enorme dejarlos solos.


Pasaron los años, una tarde llegando de trabajar se oía en la radio “La demanda constante de algunos líderes por el reconocimiento del municipio de Nezahualcóyotl fue escuchada y avalada por el Gobernador del Estado de México el Dr. Gustavo Baz Prada, quien en ese abril hizo pública la firma del decreto enviado por la Cámara de Diputados local donde se avala la creación de un nuevo municipio del Estado de México…”-


El escuchar eso por la radio me desconcertó un poco, había estado viviendo en un lugar desconocido sin nombre ni identidad, era bastante extraño sentirse perteneciente de un lugar que era totalmente desconocido, pero ahora era más que conocido, sin darme cuenta Nezahualcóyotl se había convertido en mi hogar.


El 20 de abril de 1963, nació el nuevo municipio en el territorio mexiquense ya que es la fecha en que es publicado el decreto de manera oficial en la Gaceta de Gobierno del Estado de México, desde ese momento histórico que apareció en el periódico local, desde ese momento mi hogar tuvo nombre e identidad, mi familia, amigos y vecinos me hacían sentir en comunidad que luchó por formar su hogar en una tierra desconocida que poco a poco fue cambiando hasta volverse lo que ahora es una ciudad forjada por valores y costumbres que la han enriquecido a lo largo de los años.


Casi una vida después….


Calle Cucaracha y Av. Amanecer Ranchero domingo 28 de Julio un día como cualquier otro, recuerdo que era un día muy soleado veía desde mi balcón a mis nietos jugar y reír, sentada en mi sofá favorito y en mano una gran taza de té. Todos los días por las mañanas me sentaba ahí lista para que la muerte llegara a mí; les sonará bastante raro, pero entiéndanme era una anciana de 97 años viuda, con 7 hijos unos casados, otros divorciados, otros cuantos ya hasta había enviudado, 34 nietos y hasta 8 bisnietos. Muy a menudo me preguntaba diariamente hablando con Dios, ¿qué es lo que me hace falta vivir ya reí, ya lloré, ¿qué más me quieres ver sufrir?, y así me quedaba horas mirando a la nada mientras en viejo tocadiscos sonaba mi disco de Las Gilguerillas, me gustaba ponerlo a esas horas porque me recordaba a mi pueblo, mi tierra, el campo y mujeres lavando en el río cantando, así como mi vecina y comadre doña lucha que lavaba, pero en el lavadero de su casa la ropa de su marido.


Me alegraba las risas y las pláticas con voz fuerte de mi familia que salían de la cocina, me alegraba el corazón tener a mi familia cerca y aún más que regresaran a casa. Me dispuse a terminar de tomar el té. De repente un fuerte ventarrón golpeó y entró directo, tiró mi bella jarra de porcelana y movió bruscamente las cortinas. Entre a la recamara para levantar el desastre entre las cosas que tiró el viento se encontraba un retrato de mi difunto esposo que había puesto detrás del ropero porque me causaba un dolor fuerte en el pecho es por ello que decidí quitarla fuera de mi vista para evitar ese sentimiento tan repentino.


Levanté el retrato y en ese mismo instante un dolor en el pecho me paralizo de repente, la música sonaba y en un tras fondo sonaban deliraba escuchar la voz de mi esposo Ángel decirme “Peña ya es momento, no tienes que seguir aferrándote a la vida, ya has cumplido tu promesa”; mi visión se volvía borrosa abrace el retrato y simplemente por primera vez me relaje di un suspiro profundo y deje que la música me llevara a una escena de recuerdos.


Desde el balcón observaba a mis nietos correr y jugar en la calle, escuchaba las risas y carcajadas, nunca me había sentido tan afortunada como en ese momento. La vida te da muchos golpes, pero momentos como este me hizo comprender que todo lo que sufrí valió la pena, Nezahualcóyotl me dio un hogar es por ello por lo que se quedará grabado en mi por la eternidad. Al fin sentí que mi promesa había culminado, era momento de partir y cuidarlos desde el más allá.


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