Viernes I Semana
Tiempo de Adviento
4 de Diciembre de 2020
San Juan Damasceno, Presbítero y Doctor de la Iglesia
Evangelio
Quedaron curados dos ciegos que creyeron en Jesús
+ Del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!”. Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?”. Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.
Comentario al Evangelio
En este fragmento donde se narra la curación de los dos ciegos, Jesús aparece como iluminador, como el que da la luz. Con este milagro, Jesús responde a la fe que aquellos hombres tienen puesta en él como Mesías. Los ojos de aquellos hombres no tenían luz, sin embargo, su corazón estaba encendido. Así lo demuestra la firmeza de su respuesta ante la pregunta de Jesús: “Sí, Señor”. El mandato final de Jesús trata de prevenir el malentendido de ver en Jesús sólo un curandero, para poder llegar a una verdadera fe en el Mesías. El tiempo de Adviento nos invita a abrir los ojos, a esperar, a permanecer en una búsqueda continua para encontrarnos con Jesús.
Cfr. Actualidad Litúrgica n. 253
Reflexionamos
· ¿Alguna vez te has acercado a Jesús?
· ¿Le has pedido algo?
· ¿Crees que puede hacerlo?
Nos comprometemos
Responsabilidad: Si pensamos que ser independientes consiste en rechazar toda norma de conducta que no haya sido formulada por nosotros mismos, nos hallamos todavía en la fase de la adolescencia espiritual. Para superarla y adquirir la madurez propia de la edad adulta, debemos pensar que toda ob-ligación supone una forma de obediencia, y ésta significa oír con atención, (en latín ob-audire), prestar oídos a la llamada de los valores a fin de asumirlos en la propia vida y conceder a ésta su pleno desarrollo.
Gustavo Villapalos y Alfonso López, El libro de los valores, Ed. Planeta, 2001.
El amor y la responsabilidad personal
Una de las tareas decisivas de todo proceso formativo es adquirir una libertad responsable. Cuanto más amplia es la libertad de maniobra de que uno dispone, más lúcida debe ser la conciencia de que la libertad y las normas se complementan cuando son entendidas rigurosamente y en todo su alcance.
Madre la madre,
Guardas me ponéis,
Si yo no me guardo,
No me guardaréis.
Dicen que está escrito,
Y con razón,
Ser la privación
Causa de apetito;
Crece en infinito
Encerrado amor;
Por eso mejor
Que no me encerréis;
Que si no me guardo,
No me guardaréis.
Si la voluntad
Por sí no se guarda,
No la harán guarda
Miedo o calidad;
Romperá, en verdad,
Por la misma muerte,
Hasta hallar la suerte
Que vos no entendéis;
Que si no, etc.
Quien tiene costumbre
De ser amorosa
Como mariposa
Se irá tras su lumbre,
Aunque muchedumbre
De guardas le pongan,
Y aunque más proponga
De hacer lo que hacéis;
Que si no, etc.
Es de tal manera
La fuerza amorosa,
Que a la más hermosa
La vuelve en quimera,
El pecho de cera,
De fuego la gana,
Las manos de lana,
De fieltro los pies;
Que si no me guardo,
Mal me guardaréis.
Miguel de Cervantes, El celoso extremeño,
en Novelas ejemplares, Editorial Fenicia, 1970.
San Juan Damasceno, Presbítero y Doctor de la Iglesia
Cuando colaboraba con la administración árabe, Juan escuchó el llamamiento a la vida monástica (hacia 710). Se estableció en el monasterio de san Sabás, situado en el desierto de Judea, de donde sólo salía para predicar en Jerusalén. De estas predicaciones proviene su libro “Exposición de la fe ortodoxa”. Fue un decidido defensor del culto a las sagradas imágenes (hacia 675-749).
V. Continuaré, Oh Dios mío
R. ¡Haciendo todas mis acciones por tu amor!
V. San Juan Bautista de la Salle
R. ¡Ruega por nosotros!
V. Viva Jesús en nuestros corazones
R. ¡Por siempre!