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Comentario al Evangelio del 23 de septiembre

Miércoles XXV Semana

Tiempo Ordinario

San Pío de Pietrelcina, Presbítero

Evangelio

Los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.

+ Del santo Evangelio según san Lucas 9, 1-6

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.

Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”.

Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.

Comentario al Evangelio

Este nuevo capítulo del Evangelio de Lucas marca el clímax y el final del ministerio de Jesús en Galilea. Es un momento de exaltación y efervescencia. Es el episodio de la misión de los Doce. Este acontecimiento viene a ser como un preludio de la misión de la Iglesia. Es una continuación de la obra de evangelización y liberación que Jesús ha iniciado. Lucas nos añade al don del poder el don de la autoridad, y especifica la finalidad de la misión: proclamar el Reino de Dios y curar a los enfermos, resaltando la confianza siempre puesta en Dios,

Cfr. Actualidad Litúrgica n. 258

Reflexionamos

· ¿Qué dones o carismas has recibido de Dios?

· ¿Para qué los has recibo o qué has hecho con ellos?

· ¿Has compartido esos dones con los demás sirviendo a la sociedad?

Nos comprometemos

Lealtad: Mantenerse fiel a ese ámbito de adhesión constituye la actitud de lealtad. El término leal procede de la voz latina legalis, lo que es conforme a la ley.

El hombre leal es un hombre de ley, un ser que asume el deber de cumplir lo prometido y mantener los ámbitos de juego que ha creado libremente.

Gustavo Villapalos y Alfonso López,

(El libro de los valores, 2001).

La fidelidad en el amor III

Era Popocatépetl, el único amor de la linda Ixtla. Al final, fue él, protegido por su grueso acolchado, empapado de sudor, quien dirigió el ataque más fuerte en la derrota del ejército enemigo y los expulsó del valle. Con gran regocijo, todos los soldados aclamaron como jefe a Popocatépetl.

Tras descansar una noche de su enorme esfuerzo, se dispusieron a llevar estas felices noticias al emperador. Pero había algunos soldados malos que tenían envidia de Popocatépetl. Sin quedarse a descansar aquella noche, salieron sir ser vistos y al amanecer estaban ante el emperador. Y las noticias que le dieron fue que, a pesar de que el ejército del emperador había logrado ganar la guerra, su jefe, Popocatépetl, había sido abatido en combate.

En cuanto el emperador oyó esta noticia, ordenó que el cuerpo del héroe le fuera llevado para tributarle unas honras fúnebres adecuadas. Pero los malvados soldados dijeron que Popocatépetl había muerto a orillas del lago Texcoco y había caído al agua.

Pronto llegaron a oídos de la princesa Ixtla estas falsas noticias. Nada de lo que dijeran o hicieran su padre o su madre podía mitigar su dolor. Lloró y lloró, dejó de comer y beber, y los mejores curanderos de la ciudad nada pudieron hacer para salvarla. No deseaba seguir viviendo sin su amado Popocatépetl y, al poco, exhaló su último aliento.

En el preciso momento en que moría, el victorioso desfile con Popocatépetl al frente llegaba a las puertas de la ciudad. Los victoriosos soldados avanzaban por las calles de la ciudad entre vítores de la multitud, en dirección al palacio del emperador. Triunfante, Popocatépetl anunció al emperador la buena noticia de la victoria. Con lágrimas de alegría en sus mejillas, pidió la mano de la princesa.

El emperador bajó la cabeza apenado. Contó al valiente guerrero las noticias falsas que le habían dado los malvados soldados, la enfermedad de su hija al conocer la falsa muerte de Popocatépetl y su muerte poco antes de que él llegara.

El rostro tranquilo y rosado del joven se puso pálido; tomando su fiel espada hizo salir a aquellos falsos profetas de su destino y los desafió a todos a un combate singular: en presencia del emperador y de todos los victoriosos soldados, se batió en duelo con ellos y mató a todos aquellos hombres envidiosos. Nadie hizo el menor gesto para detenerlo.

Realizada esta tarea, se dirigió a la habitación donde yacía el cuerpo de Ixtla sobre el lecho, en el reposo de la muerte. Con increíble delicadeza la tomó en sus brazos y salió del palacio y de la ciudad. Nadie hizo el menor gesto para detenerlo… (Continuará).

James Riordan en Cuentos Maravillosos de hoy y siempre, 1993.

San Pío de Pietrelcina, Presbítero

Nació en 1887 en Pietrelcina, Italia. Fue presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, y vivió en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia. El padre Pío fue un generoso dispensador de la misericordia divina; se dedicó incansablemente a la dirección espiritual y la administración del sacramento de la Penitencia, mostrando una atención particular hacia los pobres y los enfermos. Buscó una identificación cada vez mayor con Cristo crucificado, para colaborar en la obra de la redención. Terminó su peregrinación terrena el 23 de septiembre de 1968.

V. Continuaré, Oh Dios mío

R. ¡Haciendo todas mis acciones por tu amor!

V. San Juan Bautista de la Salle

R. ¡Ruega por nosotros!

V. Viva Jesús en nuestros corazones

R. ¡Por siempre!

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